sábado, 7 de noviembre de 2009

Nada, nada sabes


Tú ya no sabes de mi nombre,
no sabes
de las noches que consumo
pronunciando el tuyo,
no, no lo sabes.

No sabes de las palabras
que me callo,
de lo que ya nunca hablo,
no, eso no lo sabes.

Nada apenas sabes de las horas,
de los días que no acaban,
de las tardes a solas,
nada, nada sabes.

De la tinta quemada,
de la tinta empapada
tú no sabes nada.

De los labios que me ofrecen y no beso,
de los cuentos de princesas que no leo,
que no creo. No, tú no sabes nada de eso.

Nada de la nube que me arrastra,
de los escorpiones
en mis talones
y su pálido veneno que me castra.

No, de eso tú no sabes nada.

Nada de esa música que ahora me ahoga,
nada de esa carta nonata,
-ingrata porque no mata-
nada de esa calle, nada de esta soga.

Nada, nada sabes.

De un verano inmenso
que me pasé sentado
sin ti pero a tu lado
esperando tu regreso.

De los suspiros crucificados a tu recuerdo,
de las noches eternas en que soñamos juntos,
de los silencios que me acosan cuando duermo.

Tú ya no sabes nada de eso.

Nada de querer verte a cada instante,
nada de esa ausencia de tus ojos
que veo en todos los rostros,
nada de esa vida que estaba delante…

De eso tú ya no sabes nada.

Nada, nada sabes.

(...)

Tú no sabes que esta noche,
doce de Febrero,
Carnaval en Oviedo,
me disfrazo de reproche.

Eso tampoco lo sabes.

Y no sabes que no te llamo
porque todavía te amo.

No, creo que no lo sabes.

De una mahou y un libro en mis manos
en el Café Apolo
y la prensa y uno y dos y tres cigarros
sentado, sólo.

De viejos intelectuales
hablando de HitchCock y Pollanski
y artistas borrachos y malditos
y de la vida de Henry Hank Chinaski.

De un desconocido
Par Lagerkvist
que dice ser mi amigo.

De las bragas mojadas
de Choderlos de Laclos
y sus celos y sus damas.

No, no sabes nada.

De los paseos dominicales
buscando tesoros escondidos,
de grabados japoneses,
de un ángel, o dos, o tres, caídos.

De parapléjicos irlandeses,
de un viaje a Cuba
y un viaje a la Luna,
de grupos de rock daneses.

De estudiantes americanos,
de ánforas y asteriscos y jarrones,
de la pintura de mis manos,
de orquídeas de nuevos colores,

de las hermosas torres
que yo iba a construirte,
de la Luna Triste,
de los aguijones...

... de eso tú no sabes nada.

Nada, nada sabes.

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